Anoche cumplí uno de mis sueños: escuchar en directo la Novena Sinfonía del Divino Ludwig Van Beethoven, y además dirigida por el maestro Daniel Barenboim, que dio otra lección de maestría y de cómo hay que dirigir una orquesta. ¿Puntos en contra?: LOS CATETOS.
El concierto fue en la Plaza de Toros de Sevilla, y por lo visto había algo subnormalizante en el ambiente que hacía que la proporción de borderlines por metro cuadrado llegara a superar la de muchas concentraciones de canis e incluso la de cualquier casting de Operación Triunfo. Ruidos de latas (en una plaza de toros no podían dejar de pasar la oportunidad de vender una lata de cerveza a 2,50€), llantos de niños pequeños, ruidos de flashes de las cámaras, y los catetismos que provocan vergüenza ajena:
- Termina el primer movimiento: Mucha gente comienza a aplaudir (!!), aunque parece que se enteran a tiempo de que, por muy bien que lo hagan, hasta que no termine la Sinfonía no se aplaude, y que parece que nadie se lo explicó...
- Termina el segundo movimiento: Vuelven a aplaudir (!!!).
- Termina el tercer movimiento: muchas personas se levantan para irse (!!!!!!), cuando precisamente lo más famoso de la Novena es el cuarto movimiento.
- Termina la Sinfonía: después de la merecida ovación a la orquesta y al maestro la plaza comienza a aplaudir por sevillanas (es que aquí tenemos más arteque en ningún sitio).
Como hubiera hecho cualquier director con dos dedos de frente y de amor propio, NO hubo ningún Bis. Sigo preguntándome por qué personas a las que no les gusta la música clásica van a conciertos para joder a los demás. Supongo que después enseñarán la entrada a sus amiguitos y se pondrán una medalla (absurdo).
En cualquier caso ninguno de estos actos eclipsó la obra del Divino.
ESS MUSS SEIN
1 comentario:
por lo menos viviste un momento histórico, un lujazo.
Lo de la plaza de toros y las palmas, spain is diferent (el lugar no parece el más idoneo la verdad)
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